Utopía Pirata
Aaron Swartz
Pensamiento Crudo
Democracia Exponencial
Este artículo fue traducido por el HackLab de Barracas durante el Hackaton en memoria de Aaron Swartz, 2013-11-08. Original: http://www.aaronsw.com/weblog/parpolity
Por el poder de los exponentes, solo cinco niveles de consejos, cada uno de cincuenta personas, son suficientes para gobernar más de trescientos millones de personas.
“El gobierno de una república, –escribía James Madison en El Federal nro. 39 (Conformidad del Plan hacia los Principios Republicanos, 1788)– debe provenir de la mayor parte de la sociedad, no de una proporción mínima o de una clase favorecida; sino un puñado de nobles tiranos ejercitarían sus poderes delegados en forma de opresión y podrían aspirar al rango de republicanos, reclamando para su gobierno el honorable título de república”.
Examinando nuestro gobierno actual –una cámara de políticos profesionales, un senado compuesto de multimillonarios, una línea dinástica de familias presidenciales– se hace difícil decir que representan “a la mayor parte de la sociedad” y que no son “una clase favorecida” que se hace pasar por los representantes del pueblo.
A menos que la política sea una tradición familiar, tus posibilidades de ser elegide para algún cargo público son mínimas. Y a menos que seas un hombre blanco abogado, raramente podés votar a alguien como vos en una campaña nacional. En realidad, ni siquiera tenemos la oportunidad de elegir posiciones políticas: ningún candidato de peso apoya propuestas importantes con las que les votantes coincidamos y que tengan que ver por ejemplo con cuestiones como acceso a la salud pública, masiva y universal.
En cambio, las elecciones nacionales han sido reducidas a opciones binarias donde los publicistas y las firmas de relaciones públicas reducen la experiencia a emociones puras: temor (un oso ruge en el bosque), esperanza (el sol se levanta sobre una colina). “Vote a Smith”. “O tal vez a Jones”.
Y los grandes medios no elevan el nivel del debate. En vez de discusiones profundas sobre las propuestas politicas y sus efectos, usan su tiempo en coberturas dignas de carreras de caballos, ¿quién está recolectando más dinero? ¿a quién le está yendo bien en Ohio?; y escándalos insignificantes, ¿cuánto costó ese corte de pelo? ¿ese comentario ofendió a alguien?.
¿El resultado de toda esta estupidización? En 2004 solamente el 10% de les votantes dijeron haber elegido al candidato presidencial en base a su agenda, ideas, plataformas u objetivos. Entonces no es sorprendente cuando los politólogos descubren que las decisiones de les votantes pueden explicarse por factores tan azarosos como si les gusta el rojo o el azul, si la economía va bien o mal o si el partido actual ha estado en el poder por mucho tiempo o no.
Aparte de la ocasional encuesta telefónica, las opiniones “de la mayor parte de la sociedad” han sido invisibilizadas. Hace mucho tiempo, en la lista Federal Nro. 10 (La Utilidad de la Unión como una Salvaguarda Contra Facciones Domésticas y la Insurrección (continuado), 1787), Madison puso el dedo en la llaga. “Sin importar lo pequeña que pueda ser la república” notó, “los representantes deben ser suficientes para cuidarse de las intrigas de unos pocos”. Pero, “sin importar lo grande que pueda ser [la republica], los representantes deben ser limitados a un cierto número, de forma de poder cuidarse contra la confusión de la multitud”.
El resultado es que la población crece mientras que el número de representantes queda fijo, haciendo que cada político represente a más y más gente. El primer congreso de EE.UU tenía 65 miembros representando a 40.000 votantes y 3 millones de ciudadanes (tenían un impresionante 1.3% de participación en ese entonces). Eso es al rededor de un representante cada 600 votantes o 46.000 ciudadanes (la capacidad de un estadio de baseball promedio). Un estadio de baseball puede ser una multitud desorganizada, pero no es inimaginablemente grande.
En contraste, hoy tenemos 435 representantes y 300 millones de ciudadanes –un representante por cada 700 mil ciudadanes aproximadamente. No hay en el mundo un estadio lo suficientemente grande como para contener tanta gente. Es un número similar a la audiencia de televisión.
En qué se convirtió exactamente el electorado actual: la audiencia de TV siguiendo los hechos desde casa. Aun si quisieras no podrías tener una conversación real con una audiencia de TV, es demasiado grande como para darle sentido a lo que cada persona está pensando. En vez de un grupo que representar, se trata de una masa a la que manejar.
Estoy de acuerdo con Madison en que se puede aproximar un tamaño correcto para definir la cantidad de representantes “un tamaño a partir del cuál se verán inconvenientes en ambas direcciones. Al incrementar demasiado el número de electores los representantes pierden inmersión en las circunstancias locales e intereses particulares; mientras que si se lo reduce demasiado, se los vuelve demasiado inmersos y muy poco capaces de comprender y perseguir grandes objetivos nacionales”.
Pero lo que Madison olvida es que no hay un límite similar en el número de esos grupos. Para hacer una analogía tecnológica, la Internet es en el fondo una colección enorme de alambres. Pero nadie la piensa de esta forma. En su lugar, agrupamos los alambres en chips y los chips en computadoras y las computadoras en redes y las redes en la Internet. Y la gente solo se enfrenta con cosas en el mismo nivel: cuando la computadora se rompe, no podemos identificar el alambre que falló, sino que llevamos la computadora completa al taller de reparación.
Una de las visiones más atrayentes para reiniciar la democracia adopta este sistema de abstracciones para la política. La política participativa (parpolity) desarrollada por el politólogo Stephen Shalom, construiría una legislatura a partir de una serie jerárquica de consejos anidados. De acuerdo con Madison, afirma que cada consejo debería ser lo suficientemente pequeño como para que todes puedan discutir cara a cara, pero lo suficientemente grande como para que exista una diversidad de opiniones y el número de consejos se minimize. Estima que el tamaño justo está entre 25 y 50 personas.
Entonces, para comenzar, imaginemos un consejo con vos y 40 de tus vecines más cercanes –quizás todas las personas de tu edificio o manzana. Se juntan cada tanto para discutir los problemas que les interesan a uds y al barrio. Y pueden votar para definir las políticas para el área que el consejo cubre.
Pero tu consejo tiene otra función: selecciona a une de les suyes para enviar como representante al consejo inmediatamente superior. Allí el proceso se repite: le representante de tu manzana y sus 40 vecines más cercanes se reúnen cada tanto para discutir los problemas concernientes a su área. Y por supuesto, su representante reporta al grupo, toma sus recomendaciones sobre problemas difíciles y recibe sugerencias de problemas que aparecen en la reunión del consejo de área vecino.
Por el poder de los exponentes, con solo cinco niveles de consejos, cada uno consistiendo de solo 50 personas, son suficientes para cubrir más de 300 millones de personas. Pero –y este es el punto más inteligente– en el consejo de área el proceso entero se repite. Así, como cada consejo de manzana nomina a une representante para el consejo de área, cada consejo de área nomina une representante al consejo de ciudad, y cada consejo de ciudad une para el consejo estatal y cada consejo estatal al consejo nacional y así sucesivamente.
Shalom discute una cantidad de detalles posteriores –precauciones para el voto, recuento y delegación– pero la clave está en la anidación. En tal sistema, hay solo cuatro representantes entre vos y la gente definiendo políticas nacionales, cada une forzade a responder a sus constituyentes en pequeñas reuniones regulares cara a cara. Las políticas en tal sistema no podrían ser elegidas por apelaciones vacías a emociones masivas. En vez de eso, deberían sentarse cara a cara con un consejo de pares y persuadirles de que son les mejores capacitades para representar sus intereses y posiciones.
Hay algo de anticuado en esta noción de sentarse con les pares y discutir racionalmente los problemas del día. Pero también hay algo nuevo y excitante al respecto. De la misma forma que los blogs le han dado a cualquiera la oportunidad de publicar, que la Wikipedia deja a cualquiera ser enciclopedista y YouTube deja a cualquiera ser productore televisivx, la política participativa permite que todes sean políticxs.
La Internet nos ha mostrado que el conjunto de la gente con talento excede por mucho a les pocxs con el trasfondo, las conexiones y la riqueza para lograr un lugar en la sociedad donde pueden practicar sus talentos profesionalmente. (También nos muestra que muchas de estas personas con conexiones no son particularmente talentosas.)
El poder democrático de la red significa que no necesitás conexiones sociales para triunfar. En un mundo donde les jóvenes pueden ser estrellas de televisión simplemente con una cámara de video y una conexión a internet, les ciudadanes pueden empezar a preguntarse por qué involucrarse en política es más difícil.
Por muchos años, los políticos tuvieron una excusa preparada: la política era un trabajo difícil que requería sopesar cuidadosamente y evaluar la evidencia para tomar decisiones difíciles. Solo unos pocos elegidos podían ser confiados con realizarlo; la vasta mayoria de la población estaba miserablemente subcalificada.
Y tal vez en la era de una relación cómoda entre los políticos y la prensa, esta ilusión podría ser sostenida. Pero cuando les activistas de la red (netroots = network + grassroots) y los blogs llevan nuestra conversación nacional cada vez más cerca del mundo real, esta excusa se torna risible. Después de todo, estas personas de supuesto buen juicio votaron en masa a favor de desastres como la guerra de Irak. “Nadie pudo haber previsto esto” insisten los voceros televisivos. Nadie claro, exceptuando la mayor parte de la sociedad que fue ignorada, cuya insistencia era que Irak no constituía una amenaza y que una ocupación sería larga y brutal.
Las nuevas herramientas en línea para interactuar y colaborar han permitido a la gente reunirse a través del espacio y del tiempo para construir cosas sorprendentes. Así como la Internet destruye las últimas justificaciones para una clase profesional de políticos, también construye las herramientas para reemplazarlos. En gran parte, sus esfuerzos han estado focalizados en educación y entretenimiento, pero es solo una cuestión de tiempo antes de que se dirijan a la política ¡Y cuando lo haga, que se cuiden los políticos profesionales!
Manifiesto por la Guerrilla del Acceso Abierto
Publicado en En Defensa del Software Libre https://endefensadelsl.org/guerrilla_del_acceso_abierto.html
La información es poder. Pero como con todo poder, hay quienes lo quieren mantener para sí mismos. La herencia científica y cultural del mundo completa, publicada durante siglos en libros y journals, está siendo digitalizada y apresada en forma creciente por un manojo de corporaciones privadas. ¿Querés leer los papers que presentan los más famosos resultados de las ciencias? Vas a tener que mandarle un montón de plata a editoriales como Reed Elsevier.
Están aquelles que luchan por cambiar esto. El Movimiento por el Acceso Abierto ha luchado valientemente para asegurarse que les científicxs no cedan sus derechos de autorx, sino que se aseguren de que su trabajo sea publicado en Internet bajo términos que permitan el acceso a cualquiera. Pero incluso en los mejores escenarios, su trabajo solo será aplicado a las cosas que se publiquen en el futuro. Todo lo que existe hasta este momento se ha perdido.
Ese es un precio muy alto que pagar. ¿Forzar a les académicxs a pagar para poder leer el trabajo de sus colegas? ¿Escanear bibliotecas enteras para solo permitir leerlas a la gente de Google? ¿Proveer artículos científicos a aquellos en las universidades de élite del Primer Mundo, pero no a les niñes del Sur Global? Es indignante e inaceptable.
“Estoy de acuerdo”, dicen muches, “¿pero qué podemos hacer? Las compañías detentan los derechos de copia, hacen enormes cantidades de dinero cobrando por el acceso y es perfectamente legal –no hay nada que podamos hacer para detenerlos”. Pero sí hay algo que podemos hacer, algo que ya está siendo hecho: podemos contraatacar.
A ustedes, con acceso a estos recursos –estudiantes, bibliotecaries, científicxs– se les ha otorgado un privilegio. Ustedes pueden alimentarse en este banquete del conocimiento mientras el resto del mundo queda fuera. Pero no es necesario –de hecho moralmente, no es posible– que se queden este privilegio para ustedes. Tienen el deber de compartirlo con el mundo. Y lo han hecho: intercambiando contraseñas con colegas, haciendo solicitudes de descarga para amigues.
Mientras tanto, aquelles de ustedes que se han quedado fuera no están cruzades de brazos. Han estado atravesando agujeros sigilosamente y trepando vallas, liberando la información encerrada por las editoriales y compartiéndola con sus amigues.
Pero todas estas acciones suceden en la oscuridad, escondidas en la clandestinidad. Se les llama robo o piratería, como si compartir la riqueza del conocimiento fuera el equivalente moral de saquear un barco y asesinar a su tripulación. Pero compartir no es inmoral –es un imperativo moral. Solo aquelles que están cegades por la codicia se negarían a hacerle una copia a une amigue.
Las grandes corporaciones, por supuesto, están cegadas por la codicia. Las leyes bajo las que operan lo requieren –sus accionistas se sublevarían por mucho menos. Y los políticos que se han comprado los apoyan, aprobando leyes que les dan el poder exclusivo de decidir quién puede hacer copias.
No hay justicia alguna en obedecer leyes injustas. Es tiempo de salir a la luz y en la gran tradición de la desobediencia civil, declarar nuestra oposición a este robo privado de la cultura pública.
Necesitamos tomar la información donde sea que esté guardada, hacer nuestras copias y compartirlas con el mundo. Necesitamos tomar las cosas que están libres del derecho de copia y agregarlas a este archivo. Necesitamos comprar bases de datos secretas y ponerlas en la Web. Necesitamos descargar journals científicos y subirlos a redes de compartición de archivos. Necesitamos pelear una Guerrilla por el Acceso Abierto.
Si somos suficientes alrededor del mundo, no solo enviaremos un fuerte mensaje en oposición a la privatización del conocimiento –la haremos una cosa del pasado ¿Vas a unírtenos?